El niño extraterrestre le ofreció ir de paseo y, durante él, voló cual si fuera un ave. Frente a tal demostración, Pedrito, ya no se sorprendía mucho porque sabía que -su extraño amigo- provenía de otro planeta, pero sí de sí mismo porque podía volar, aunque con la ayuda de aquel niño. Con esta experiencia inolvidable, como la de volar, fue comprendiendo que debía dejar de pensar como de costumbre.
Después de haber volado, cansados y felices, el niño extraterrestre admiró la hermosura del planeta, sus luces nocturnas, la luna llena, tanto que Pedrito cayó en la cuenta de que el mundo en que vivía era
realmente hermoso y que los terrícolas no la valoraban.
Luego Pedrito, estando curioso por saber, preguntó cómo se llamaba. Pero el extraterrestre contestó que -en el idioma del chico- no existía sonido parecido como para que éste pueda captar, asi que sugirió que le llamara simplemente amigo, pues era amigo de todos. Sin embargo el muchacho concluyó llamándole Ami, con lo que el niño astral se sintió contento.
Posteriormente Pedrito manifestó su preocupación por la ‘invasión extraterrestre a la tierra’, ya que su amigo era extraterrestre. Pero el amigo insinuó que tal preocupación era ridícula, pues los monstruos que se muestran por la TV y el Cine -en la Tierra- no eran sino imaginaciones de quienes inventaban las películas.
Según Ami esos científicos que inventan esas películas y las armas para destruir el mundo son unos locos y perversos, que generan en la gente una especie de ‘paranoia cósmica’. Tal ‘paranoía cósmica’ tenía que ver con el alto nivel científico alcanzado por una civilización sin sabiduría y bondad. Una civilización así, tarde o temprano, se autodestruye.
Asimismo concluyó considerando que la belleza verdadera se da cuando se unen la inteligencia y el amor (como en su planeta). Aunque Pedrito no estuvo de acuerdo con tales afirmaciones, ambos terminaron riéndose.
Ohslho
La Paz, 07 de marzo del 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario